por Judith Cano-Ruiz
Vivimos en la era de la competitividad. En lugar de trabajar juntos por un bien común, en muchos trabajos, en el mundo investigador, en economía, o incluso a la hora de ligar en una discoteca, gana “el mejor.” Se busca el mejor postor, el más adaptado, el más competitivo.
Hay quien dice que esto mismo ocurre en la naturaleza. Se apoyan en la llamada “teoría de la evolución” de Darwin, escrita en su libro “El origen de las especies” que se centra en la selección natural. Esto es, solamente sobrevivirá el más fuerte, el más adaptado. Así como por ejemplo, el leopardo se come a la gacela.
Estas teorías, desgraciadamente, han sido históricamente apoyadas por quienes, usándolas en su provecho, se han considerado a sí mismos los más fuertes y con el derecho de exterminar al resto.
Sin embargo, existen otra seríe de teorías evolutivas que se apoyan en la base de que el hecho de vivir juntos, o de cooperar, hace que todos salgamos beneficiados. Por ejemplo, los insectos sociales tales como las abejas o las hormigas, cooperan entre si para que sobreviva la colmena u hormiguero. Cada una tiene su función y todas ellas salen beneficiadas.
Cuando este tipo de relación de cooperación se produce entre dos especies distintas se le llama simbiosis o mutualismo. Ejemplos clásicos de ello son las micorrizas (relación entre hongo y raíces de una planta), líquenes (asociación de alga con hongo), la relación entre anémonas de mar y peces payaso, o ciertas bacterias en piel o intestinos de diferentes especies.
Mutualismo vs. Parasitismo, por Feministo, vía Wikimedia. Algunos derechos reservados (CC) |
También podemos decir que muchas especies de plantas logran su floración gracias a la presencia de determinados insectos polinizadores, como es el caso de las abejas. Esto, en el fondo, aunque no sea una relación directa de simbiosis nos afecta al resto de seres vivos que nos alimentamos de plantas. Si las plantas no se polinizan, no se reproducen; y si no se reproducen no tendremos nuevas plantas, y por ende, alimento.
En base al hecho de la necesidad permanente entre unos y otros seres vivos, Lynn Margulis postuló la teoría endosimbióntica, en su libro Una revolución en la Evolución. En ella explicaba el origen de la célula eucariota, en base a la asociación de distintas células procariotas. Con esto dice que siendo cada uno de los orgánulos que vemos en células eucariotas, fue, en origen, una bacteria. Estas bacterias se unieron para obtener beneficio mutuo. Después, plantea, que los organismos pluricelulares surgieron a partir de células eucariotas que se fueron asociando en colonias, y poco a poco en estas colonias las células se fueron especializando en determinadas funciones, dando lugar a tejidos, y posteriormente a organismos pluricelulares tal y como los conocemos en la actualidad: animales, vegetales u hongos.
Con todo esto, nada más que contestar a aquellos que se apoyan en la supervivencia del más apto o más fuerte, que para que todo funcione bien, todos somos importantes.
Bibliografía:
Darwin, Charles (1988). El origen de las especies. Espasa
Margulis, Lynn (2002). Una revolución en la Evolución. Servicio de publicaciones de la Universidad de Valencia
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