Muchos de nosotros odiamos la
primavera. Pese a que los días son más soleados, más horas de luz
y apetece estar más en la calle. Odiamos las flores, odiamos el
polen y odiamos las alergias...
Polen de Olea europaea (Olivo), un típico alérgeno para muchas personas. Por Zeiss Microscopy, Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC) |
¿Por qué las flores producen
polen? ¿Es solo para molestarnos?
La respuesta rápida es: no. Pero vamos
a averiguar por qué ocurre este fenómeno a que llamamos
polinización.
¿Qué es y para que sirve el polen?
El polen no es más que los gametos
masculinos de las plantas, es decir, sería como los
“espermatozoides” de las plantas. Sirve para fecundar a las
partes femeninas de las plantas y así obtener frutos y semillas.
¿De dónde viene? ¿A dónde va?
Se produce en la parte masculina de las flores, en los estambres, y va hacia la parte femenina, los carpelos donde se encuentran los óvulos. Pueden ser de la misma planta,
monoicas (mono, uno; Oikos, casa) o en diferentes plantas, dioicas.
Pero ¿Por qué hay tanto?
Las plantas para reproducirse no se pueden mover, con lo cual tienen que ingeniárselas y servirse de
diversos mecanismos para conseguir sus objetivos. El polen tiene que
llevar a fecundar el óvulo. Esa es su misión y para ello cuentan
con diversos tipos de polinización, que tienen nombres derivados del
griego, donde “philos” significa amor; pues en el fondo, las plantas no buscan más que hacer el amor.
- Zoófilas: son aquellas plantas que para su reproducción (philos) se valen de animales (zoo). Esto es por ejemplo, todas aquellas que se sirven de insectos polinizadores (como las abejas, en gran peligro de extinción), u otro tipo de animales (los murciélagos o algunos pájaros como los colibríes también ayudan en esos menesteres).
- Hidrófilas: son plantas que para su reproducción se sirven de cursos de agua, como ríos o pequeños arroyos. Suele tratarse de plantas acuáticas o que viven cerca de estas áreas.
- Anemófilas: Anemo, del griego viento. Son las plantas que hacen el amor con el viento, esto es, se sirven del viento para su reproducción. Y señores, señoras, aquí es donde nos encontramos el problema de las alergias. Las plantas anemófilas, “saben” que no todo su polen va a llegar a su destino y por ello tienen que producir no mucho, si no muchísimo. Y es toda esta cantidad de polen, cuyo único objetivo es que al menos un pequeño porcentaje pueda llegar a flores femeninas; el que interfiere en nuestras vidas.
Espigas bailando con el viento (Spikes dancing in the wind), por Moyan Brenn. Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC).
¿Qué pasa después?
Cuando el polen llega a la parte femenina o gineceo, a lo que llamamos estigma o pistilo, primero lo tiene que
reconocer. Si en el estigma no hay receptores para ese grano de
polen, la parte femenina de la flor, ni se inmutará. Si por el
contrario, se activan los receptores ("¡Oh, es él, me he enamorado!")
tendrá que abrirse paso hasta llegar al óvulo. El óvulo se
encuentra en el carpelo. La única manera de abrirse paso, es crear
un conducto para pasar, que es lo que se denomina tubo polínico. Una
vez que éste se ha formado, el núcleo del grano de polen se abre
paso y finalmente, surge el amor, y con ello la fecundación.
Tras esto, se formará la semilla, en
muchas ocasiones rodeada de un fruto, cuya función es favorecer su
propagación o su protección.
Vale, muy bien todo esto ¿pero por
qué me da alergia?
Nuestro cuerpo piensa que el polen es
dañino, aunque realmente no lo sea, y se pone a la defensiva, sobre
todo en el mundo limpio y aseptizado en el que vivimos. Gracias al
uso generalizado de productos de desinfección y limpieza, hemos
conseguido mantener a raya muchas enfermedades, pero pagando el
precio de tener un sistema inmunitario bastante ocioso, pues ya no
tiene grandes amenazas contra las que luchar. Así, al "aburrirse",
responde de manera desaforada a pequeños estímulos que en realidad
no son dañinos, como el polen. Éste último, al entrar en contacto
con nuestras mucosas, es reconocido como un antígeno de los gordos,
o sustancia muy dañina. Es inmediatamente reconocido por los
anticuerpos, quienes llevan la señal hasta las células encargadas
de liberar la histamina, mastocitos.
Mastocito en la médula ósea, con tinción de Wright. Por Ed Uthman. Vïa Flickr. Algunos derechos reservados (CC). |
Esta histamina, liberada en grandes
cantidades, será la encargada de avisar a todo nuestro cuerpo
produciendo respuestas como aumento de moco, tos, estornudos, etc.
¿Entonces es por eso por lo que el
médico me recetó antihistamínicos?
Claro. Los antihistamínicos evitan la
producción de histamina, y detienen la respuesta secundaria de la
alergia. ¡Ojo! Nuestro cuerpo sigue percibiendo el alérgeno y
mandando la señal, pero se para en el punto de producción de
histamina, para evitar que pasemos un mal rato moqueando y
estornudando.
Alergia al polen (Hooikoorts/Hayfever), por Marco Raaphorst. Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC). |
Bibliografía:
- García Peñarrubia, P., 2014. Inmunología de las alergias. www.inmunologiaenlinea.es. Peña Martínez, J (Coord.) Consultado el 18/06/2015.
- Roitt, 2006. Inmunología. Fundamentos. 11ª edición. Editorial Panamericana.
- Strasburguer, E. et al., 2004. Tratado de Botánica. Editorial Omega.
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